miércoles, 21 de octubre de 2015

La increíble historia de Chaim Ferster, el judío que sobrevivió a 7 campos nazis



Llegar a los 93 años con la cabeza en pleno vigor no es lo habitual y haber dejado el año antes el trabajo diario en tu empresa tampoco.Sobrevivir a Auschwitz, donde fueron asesinados sistemáticamente un millón de judíos, es todavía más difícil. Pero haber salido vivo de otros seis campos de concentración nazis más ronda ya lo imposible. Pues esa es en grandes rasgos la biografía de Chaim Ferster, un judío polaco afincado desde 1946 en Manchester que ha contado su terrible odisea en una entrevista en la BBC.
Pronto los últimos supervivientes del Holocausto ya no estarán con nosotros, por eso son tan valiosos sus testimonios de viva voz, como el de Chaim Ferster, que durante muchos años ha recorrido colegios, universidades y centros sociales británicos con el testimonio de su historia, realmente única.
Henry «Chaim» Ferster nació el 18 de julio de 1922 en la ciudad polaca sureña de Sosnowiec, en el seno de una familia judía ortodoxa. Cuando él llegó al mundo había 28.000 hebreos allí, el 22% de la población de la urbe. En 1939, cuando tenía 17 años, llegó la invasión nazi y su vida dio un vuelco. Primero el racionamiento y la estrella de David en la ropa. Luego el gueto y por último el transporte en serie a los campos de concentración. Su padre murió de neumonía en 1942, año en que se llevaron a su madre y a una de sus hermanas, a las que no volvió a ver. Su turno llegó en 1943, a los 20 años, lo llevaron al campo de Markstadt y luego al de Klettendorf.
En el gueto, Chaim se instruyó como mecánico de máquinas de coser, con la certera intuición de que esos conocimientos le podían ayudar a sobrevivir bajo el yugo alemán. Acertó: su condición de mecánico, amén de una suerte increíble, explican que lograse sobrevivir. En uno de los campos por los que pasó en 1943, Graditz, estuvo muy enfermo de tifus y vio los cadáveres apilados de muchos presos que sucumbieron al brote. De allí fue enviado a Auschwitz. «Llegamos a las doce de la noche. Había un silencio mortal y daba mucho miedo. Vimos desde lejos las llamas saliendo de las chimeneas, pero no me di cuenta de que aquello era el crematorio».
En el ritual de la ducha, Chaim se encaminó allí esperando ser gaseado, pero salió agua y se lavaron. Al parecer había un bloque de duchas que sí operaban como tales. Le tatuaron en el antebrazo su nuevo nombre: B10924, unas cifras azuladas que han marcado su piel de por vida. A los dos meses de estar en Auschwitz llegó una reclamación de mecánicos para trabajar en otro campo. Fue elegido y enviado a Niederorschel, en Alemania, casi una colonia de vacaciones comparado con el infierno absoluto de donde venía. Fue el momento más tranquilo de su dramática andadura y trabajó ensamblando las alas de los aviones Junker. Pero en abril de 1945 Niederorschel fue cerrado ante el avance enemigo y lo enviaron al temido Buchenwald, con un viaje de ocho días en el que muchos se quedaron por el camino.
En Buchenwald había ejecuciones sumarias cada día. Cuando ya los habían reunido para fusilarlos, aviones estadounidenses sobrevolaron el campo y los guardias huyeron. A la hora entró un tanque americano, con el tanquista gritándoles: «¡Sois libres, sois libres!». Le dieron tabletas de chocolate, pero al comer con avidez se puso enfermo. «Hacía años que no comíamos tan fuerte». Al salir de allí se enteró que de toda su familia solo habían sobrevivido su hermana Manya y su tía Regina. «Lloraba y lloraba, no me lo podía creer…».
Antes del inicio de la guerra, uno de sus tíos, temeroso de la crecida nazi, había emigrado a Inglaterra, a Manchester. Así que ese fue el destino que eligió Chaim Ferster. Al comienzo trabajó como mecánico de máquinas de coser, el oficio que lo había salvado, pero luego triunfó con su propia empresa. Estuvo casado con Nan, su mujer, durante 65 años, hasta la muerte de ella en 2014, y tuvieron tres hijos y seis nietos.
«Mi nombre es Chaim Ferster, no B10924», dice orgulloso cuando comienza sus conferencias.

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